Espiritualidad sin postureo: lo que aprendí de las 7 leyes para padres
Lo que pasa cuando dejas que tu hija elija su ropa, rompa libros y te enseñe a soltar el control.
Llegó a mis manos una segunda edición del libro Las 7 leyes espirituales para padres de Deepak Chopra. Después de tenerlo como profesor en mi seminario anual de coaching, dejé de verlo como un charlatán espiritual.
La palabra “espiritual” me da más bien alergia; siempre me imagino a un gurú sabelotodo hablando de unas leyes por las que se rige el universo, que no entiendo ni tienen sentido en mi vida.
Sin embargo, soy espiritual, pero con los pies en la tierra. El discurso fácil de “pide y se te dará” me chirría en los oídos, porque en la vida también hay que mover el culo. Para mí, debería ser un mix. Creo en la serendipia, en la causalidad y en el deseo que mueve los hilos para que pasen cosas, e incluso en los milagros. La vida me ha enseñado que, en momentos en los que no veía la salida, como por arte de magia aparecen opciones que no creías posibles.
Ahora bien, jugar la carta espiritual como un comodín para estar sentado en el sofá y ver la vida pasar, pues como que no.
Así que le he dado una oportunidad a las leyes espirituales y esto es lo que me llevo:
1. Dejar ser: La Ley del Potencial Puro
Enseña a los niños que su verdadera esencia es espiritual y que tienen un potencial ilimitado. Los padres pueden fomentar la autoaceptación y la confianza, animando a los hijos a ser ellos mismos y a conectar con su interior.
En primer lugar, de lo más jodido como padres es aceptar que tus hijos sean ellos mismos, aunque a veces incomode. Por ejemplo, mi hija va vestida como Agatha Ruiz de la Prada con resaca cuando elige ella misma la ropa. Yo tengo que respirar hondo y aceptar que es su elección. Ella se siente poderosa con unos calcetines hasta las rodillas a rayas de color azul, un pantalón corto y un vestido. Y nadie se ha muerto por dejarla salir a la calle.
Además, dejarla ser ella misma es, a veces, una lucha conmigo, porque yo no me permito ser yo misma. Me lo recuerdo cuando la gente nos mira pensando que llevamos las gafas mal graduadas al dejarla salir así de casa. ¿Y qué? La gente siempre mira lo distinto, y darle a ella la confianza y autoestima para ser ella viene de las cosas más nimias: escoger su ropa.
¿Te permites a ti mismo ser quien eres, o te cuesta tanto como dejar que tus hijos lo sean?
2. Dar sin perderse: La Ley del Dar
Explica la importancia de dar y recibir. Los padres pueden enseñar a sus hijos a ser generosos, compartir y mostrar gratitud, recordando que la felicidad aumenta cuando damos a los demás.
Por otro lado, en esta ley tengo cierto reparo, quizá por mi máster de vida en narcisistas y chupópteros: hay gente a la que no se le debe dar ni agua, porque se llevan el pozo a cuestas. Sin embargo, si quieres respeto, el respeto te lo tienes que dar tú a ti mismo. El límite te lo pones tú, de no aceptar menos, de no ceder si eso no es lo que quieres. Y como madre, eso significa aguantar la batalla: hay veces que toca ceder y otras que toca aguantar la posición. Y aunque criar a una hija que tiene autoestima y sabe lo que quiere hay días que me colgaría del techo, si aprende a batallar conmigo por lo que cree, sabrá hacerlo con otros que son menos amables y no tienen en cuenta su beneficio.
¿Sabes poner límites cuando das, o te cuesta encontrar el equilibrio entre generosidad y autocuidado?
3. Consecuencias reales: La Ley del Karma (Causa y Efecto)
Todo lo que hacemos tiene consecuencias. Los padres pueden ayudar a los niños a ser conscientes de sus elecciones y a asumir la responsabilidad de sus acciones, entendiendo que cada decisión crea su futuro.
Asimismo, para mí esto es clave. Cuando mi hija rasgó un libro de la biblioteca, hacer la vista gorda no le sirve a ella ni a mí. Con el palo y el esfuerzo que comporta, fuimos a la biblioteca y ella explicó lo que había pasado. Tiene que ser consciente de que lo que hacemos tiene consecuencias y hay que asumir la responsabilidad sobre sus acciones. Tiene tres años, pero ahora pregunta: “Mamá, ¿este libro es de la biblioteca?”
Y cuida todos los libros: los suyos, los míos y los de los demás. Entendió qué pasa si no los cuidamos.
¿Cómo enseñas a tus hijos (o a ti mismo) a asumir las consecuencias de sus actos?
4. Fluir sin forzar: La Ley del Menor Esfuerzo
Invita a actuar con naturalidad, aceptación y desapego. Los padres pueden enseñar a los hijos a no forzar las cosas, a aceptar a los demás y a sí mismos, y a fluir con la vida.
Por otra parte, esta ley es controvertida, pero yo la veo así: estamos acostumbrados al sacrificio, a caminar por la vida flagelándonos, y eso nos ha parecido “lo normal”.
Sin embargo, ¿y si lo natural es lo contrario? ¿Y si, a través de la atención, la observación y estar en tu centro, es cuando puedes ver las oportunidades, las opciones que se abren delante de ti? La niña tiene una curiosidad infinita, siempre con la atención puesta en los caracoles que nos encontramos, en una basura nueva en la calle… Fomentar la espontaneidad, darle espacio, que salga, es clave.
Con el desapego la historia es otra. Conté en este artículo lo que nos sucedió con una pelota que cayó al lago. Hubo llanto, tristeza y decepción; intentamos recuperarla desde la calma, llamando a la pelota y aceptando que, si no podíamos cogerla, se quedaría para que las tortugas pudieran jugar. El desapego es aceptar que hay que dejar ir, que no es lo mismo que tirar la toalla. Es no luchar a contracorriente y acabar muerto del cansancio y en el mismo lugar, sin haber avanzado un ápice.
¿Te permites fluir o sigues creyendo que solo el sacrificio te lleva a buen puerto?
5. Soñar y actuar: La Ley de la Intención y el Deseo
Nuestros deseos e intenciones tienen poder. Los padres pueden animar a los niños a soñar, a establecer metas y a confiar en que sus deseos pueden manifestarse si actúan con fe y claridad.
Aún recuerdo cuando dibujé una casa con chimenea en mi vision board, una costumbre que tengo anualmente de dibujar lo que quiero que venga a mi vida. Estaba pelada de pasta, sin poder pagar una entrada para comprarme mi casa soñada, recién separada y viviendo en casa de mi madre. Sonaba utópico, pero la dibujé, me la imaginé y la vi en mi pared por un año. Al mismo tiempo, ahorré, y como por arte de magia apareció. El día que la vi en el portal de anuncios, mi estómago dio un salto y sabía que era mi casa.
Y el dinero apareció; no lo tenía todo para dar la entrada y todas las leyes se alinearon para que sucediera. Con mi hija es lo mismo. Ella se frustra cuando hay algo que no le sale como quiere. No es como ella había pensado y, muchas veces, es mejor, pero la frustración no la deja ver más allá. Cada día trabajamos para que el deseo y la intención innatas que tiene también se alineen con el desapego.
¿Te atreves a soñar en grande y a la vez soltar el control sobre el resultado?
6. Soltar el resultado: La Ley del Desapego
Habla de la importancia de no aferrarse a los resultados. Los padres pueden enseñar a los hijos a disfrutar el proceso, a ser flexibles y a no temer al cambio o a la incertidumbre.
La gran piedra en el zapato que te hace llaga es el desapego, al menos para mí. Mi hija tiene muy claro su intención y deseo, pero se aferra al resultado como a un bote salvavidas. La imitación es la clave: si yo disfruto del proceso, si yo pongo la alegría no en lo que debe salir sino en el disfrutar, bajo la rigidez y me suelto simplemente a estar presente, todo cambia.
Ayer hicimos figuritas de barro con arcilla. La perfeccionista que vive en mí tenía un plan maestro: intentar hacer un proyecto para Navidad, manualidades para regalar, y pretendía a la vez fluir con ella pero que no tocara mis figuritas. Menudo plan para el desastre. A los minutos ya vi claro que no era el momento para un resultado de película, así que me flexibilicé sin contar con unas figuritas perfectas ni para el regalo de Navidad. En cuanto yo conecté con el desapego y fui capaz de dejar ir, ella también lo hizo. Y sí, tengo una silla llena de arcilla y el suelo hecho una mierda, pero no puedo pedirle a una niña de tres años que deje de ser una niña de tres años. Y ahí viene la lección de esta ley: ¡desapégate, coño! Deja ir, es un suelo, que con agua y jabón se va. Nadie se va a morir por un poco de arcilla.
¿Eres capaz de disfrutar el proceso o te obsesionas con el resultado final?
7. Descubrir el propósito: La Ley del Dharma (Propósito en la Vida)
Cada persona tiene un propósito único. Los padres pueden ayudar a los niños a descubrir sus talentos y a usarlos para servir a los demás, encontrando así sentido y satisfacción en la vida.
Este me encanta: el Dharma en la India o el Ikigai en Japón. Todos tenemos talentos y, cuando somos pequeños, es una maravilla observarlos. Yo la veo y me alucino de cómo salen sus habilidades a relucir sin esfuerzo. Es talentosa con el cuerpo, con una motricidad fina muy avanzada para su edad. Pues hacemos yoga juntas, bailamos, hacemos manualidades, modelamos, dibujamos, pintamos, cocinamos…
Es habilidosa con la palabra, se expresa con un vocabulario amplio y le encanta escuchar y ser escuchada. Siempre nos pregunta a la hora de cenar qué hemos hecho durante el día y quiere saber cosas de cuando éramos jóvenes. Es una contadora de historias, tiene mucha memoria y es capaz de contarte anécdotas de cuando tenía dos años o inventarse cuentos inspirándose en lo que ve a su alrededor.
Leemos, entramos en historias, charlamos de nuestro día y creamos un espacio seguro para sus curiosidades.
¿Reconoces y potencias tus talentos y los de tus hijos, o los dejas pasar de largo?
Nadie dijo que ser padres y madres fuera fácil, y menos en una sociedad en la que el vínculo de la tribu está lejos y no siempre disponible. Con horarios imposibles para conciliar, una paciencia bajo mínimos y miles de tareas de supervivencia por hacer (comprar, cocinar, limpiar, trabajar…).
Por eso, o conectamos con la esencia del espíritu o vamos a acabar enseñando a nuestros hijos a desconectarse de sí mismos, a acatar órdenes, dejar de lado la intuición, ser adictos a las posesiones materiales y creer que el resultado lo es todo, y que un resultado menos óptimo es un fracaso en vez de un aprendizaje.
Yo elijo vivir desde otro lugar y mi trabajo como madre es fomentar que mi hija se conecte consigo misma, sus emociones, sus deseos y sepa en todo momento quién es y qué quiere. Y eso sólo puedo hacerlo si yo misma me aplico el cuento.
Y tú, ¿cómo lo ves? ¿Aplicas las leyes espirituales en tu vida o en la crianza?